martes, 5 de agosto de 2014

Walter Benjamin. Algunas características de su pensamiento.


Walter Benjamin (1892-1940), filósofo judío-alemán, es uno de los pensadores misteriosos y a la vez luminosos que existen en la filosofía.
 Misterioso porque su pensamiento es complejo y profundo, dice algo que no siempre es comprensible a primera vista, no porque lo quiera complicar todo sino porque tiene algo nuevo qué decir. Es una combinación de judaísmo, mesianismo, filosofía, crítica literaria y política, y marxismo heterodoxo.
Luminoso porque desde su andar errático vislumbró un futuro en sus dos capas: el terror y el mesianismo, el horror de la guerra y la matanza y el anuncio de la redención. Amigo del poeta Bertolt Brecht (incluso vivió en su casa durante un tiempo), amigo de Ernst Bloch, amigo de Adorno y su esposa (a él le confia su manuscrito último de las Tesis "Sobre el concepto de la historia") y en cierta medida miembro de la Escuela de Frankfurt (recibió apoyo financiero y murió en camino a Nueva York donde se iba a integrar definitivamente a ese selecto grupo de investigadores).
Es un pensador que atrae después habérse topado con él. No sé si se deba a su muerte que según la tradición se trató de un suicidio en Portbou, en la frontera entre Francia y España, rumbo al exilio, o por alguna otra razón. Existe un cortometraje ¿Quien mató a Walter Benjamin? (disponible de forma gratuita en internet) elaborado por un grupo independiente que busca las razones de su muerte y encuentra todas posibles menos las del suicidio.
Me resultó bastante claro el texto de Michael Löwy, Aviso de incendio, como una introducción a su pensamiento. De él quiero entresacar unas ideas y posteriormente entrar más de lleno a sus escritos.
Comenta Lowy que su obra es "fragmentaria, inconclusa a veces hermética, a menudo anacrónica y, no obstante, siempre actual"; y más adelante que en él no hay sistema filosófico alguno y por tanto toda tentativa de sistematización es problemática e incierta, pues siempre su reflexión tiene la forma de ensayo o fragmento.  Esto es lo que hace interesante su obra y obliga a releerlo para descubrir cada vez más nuevas ideas. Debido a su exilio continuo a partir de 1933 sus editores han tenido una gran dificultad en reunir sus textos y editar las obras completas.
Existe la discusión de si Benjamin era judío (por su cercanía con Gershom Scholem), un filósofo marxista (estuvo con la actiz Asja Lacis y Brecht), un hombre de letras (según Hannah Arendt), o un historiador de la cultura. Concluye Löwy "Su reflexión constituye un todo en el cual arte, historia, cultura, política, literatura y teología son inseparables" (2012:12) Esto exige al lector todo un difìcil bagaje cultural similar para poder comprenderlo adecuadamente, y la recompensa será grande. Es un escritor fuera de serie, inclasificable.
Si no fueran suficientes las caracterizaciones hasta ahora señaladas, Löwy señalará otras más como advertencia y así facilitar su comprensión. "Es un crítico revolucionario de la filosofía del progreso, un adversario marxista del 'progresismo', un nostálgico del pasado que sueña con el porvenir, un romántico partidario del materialismo" (2012:13) Es difícil transitar por este filo de navaja en el que se ubica el autor comentado sin caer en alguno de sus excesos, pues se ubica al margen de las grandes tendencias de la filosofía contemporánea. Aún dentro del marxismo (a pesar de su visita a la URSS) tampoco representa el marxismo ortodoxo. No se le puede clasificar como moderno ni posmoderno, sino más bien como un "crítico moderno de la modernidad" (capitalista e industrial). Hannah Arendt escribió que Benjamin se ubicaba en la línea de pensamiento de Heidegger, pero esta interpretación no soporta el más breve análisis.
Después de toda esta introducción el autor se centra en el estudio de uno de los textos más enigmáticos e importantes de la filosofía del siglo XX, las tesis "Sobre el concepto de la historia" (1940). Informa Löwy que las fuentes de estas tesis se encuentran en el romanticismo alemán, el mesianismo judío y el marxismo: No se trata de una combinación, sino de una invención, de una nueva concepción profunda y original. Aclara que tampoco se puede indicar una contininuidad o discointinuidad de su pensamiento entre la juventud idealista y teológica se su obra respecto a la revolucionaria de la madurez (a partir de su contacto con el marxismo en 1920), sino que es todo a la vez, hay continuidades de ciertos temas esenciales y diversos virajes y rupturas. Para comprender mejor será necesario entresacar algunas ideas sobre estas tres fuentes que acabo de mecionar:
1. El romanticismo es una escuela literaria y artística de comienzos del siglo XIX, pero también una visión del mundo, un estilo de pensamiento, una estructura de la sensibilidad; es una crítica cultural de la civilización moderna capitalista en nombre de los premodernos precapitalistas; una protesta contra la cuantificación y mecanización de la vida, la reificación de las relaciones sociales, la disolución de la comunidad y el desencantamiento del mundo. Pero no es retorno al pasado sino un desvío hacia un porvenir utópico. A fines del siglo XIX el neorromanticismo era una de las formas culturales dominantes en literatura y ciencias humanas. Benjamin estudia a algunos de sus autores más representativos pero sobre todo manifiesta este romanticismo en el conjunto de sus ideas estéticas, teológicas e historiosóficas.
Desde 1913 Benjamin proclamó el apego a la tradición romántica concebida como arte, conocimiento, praxis y deseo de renovación. Aspira a una nueva religión y un nuevo socialismo. Ataca a la ideología del progreso en nombre no de un conservadurismo sino de una revolución; dirá más adelante que la temporalidad histórica es esencial.

2. El mesianismo se manifiesta en las imágenes utópicas, mesiánicas y revolucionarias contra la tendencia progresista. El mesianismo está en el centro de la concepción romántica del tiempo y la historia. Opone la concepción cualitativa del tiempo infinito que se desprende del mesianismo romántico de consumación y no sólo de devenir, al tiempo vacío característico de la ideología moderna del progreso.
En este punto podemos recuperar la exposición que su amigo, el utópico y marxista Ernst Bloch, hace en Experimentum mundi. El tiempo cuantitativo, el de los relojes que marcan los segundos y las horas de manera uniforme y continua, corresponde al tiempo vacío del capitalismo bajo la ideología de la uniformidad. En cambio, el tiempo cualitativo se refiere a aquellos momentos especiales en la vida, plenos de significado humano por su contenido especial, tales como el momento de la Toma de la Bastilla en la Revolución francesa, momentos de cambiar el mundo y la historia. En este sentido comenta que son más importantes los últimos ocho milenios de la historia humana por la invención de la cultura que los miles y millones de años de las épocas anteriores a la aparición del homo sapiens. El arte tiene la capacidad de manifestar más claramente estas ideas pues es capaz de encerrar en unas cuántas horas 100 años de soledad, o de expandir 10 segundos en dos horas de una obra de teatro o de cine.
Benjamin elabora así una dificil síntesis entre mesianismo y revolución, establece una mediación entre las luchas liberadoras históricas "profanas" de los hombres y el cumplimiento de la promesa mesiánica. Nuevamente es Bloch quien expresa de mejor manera esta relación en Ateísmo en el cristianismo al descubrir al Dios liberador de la Biblia en los pasajes proféticos y en la doctrina de Jesús. Bloch denuncia de qué modo la Iglesia ha traicionado a la Biblia al firmar concordatos con los poderes de este mundo en contra de sus propios fieles, como el suscrito entre Hitler y Pio XII. Este tipo síntesis será más tarde retomada por la Teología de la Liberación en América Latina en los años de posteriores al Concilio Vaticano II hasta su condena (1984 y 1986) por el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger debido a que aceptaba postulados de origen marxista.
3. El marxismo. A partir de que en 1924 W. Benjamin lee Historia y conciencia de clase de Lukács, con la guía de Asja Lacis, el marxismo pasa a ser un elemento clave de su concepción de la historia. Incorpora el materialismo histórico pero mantiene una postura crítica ante la ideología del progreso. No concibe la revolución como el desarrollo evolucionista de la sociedad, fruto del progreso económico y técnico, sino como la interrupción de una evolución histórica que lleva a la catástrofe. Propone un pesimismo activo, revolucionario, volcado a impedir el advenimiento de lo peor (me parece que en este punto coincide con Adorno al proponer una dialéctica negativa). Ese pesimismo luminoso lo manifestará de manera muy clara en la Tesis ocho. Comenta Löwy: "Benjamin tuvo la premonición de los monstruosos desastres que podía alumbrar la civilización industrial burguesa en crisis" (2012:26). Apuesta por el proletariado no por la confianza en el socialismo, sino por la posibilidad de una lucha emancipatoria.
¿Hacia dónde se dirige la protesta contra la modernidad capitalista? Hacia la vida anterior, a una era primitiva y edénica "(...) es la utopía gracias a la cual un paraíso perdido aparece proyectado en el el porvenir" (2011:31). Benjamin se opone en 1937 a un marxismo socialdemócrata, mezca de positivismo, evolucionismo darwiniano y culto del progreso. "El objetivo de Benjamin es profundizar y radicalizar la oposición entre el marxismo y las filosofías burguesas de la historia, intensificar el potencial revolucionario del primero y elevar su contenido crítico" (2012:32). Desde 1932 era un marxista abiertamente antiestalinista que expresaba gran admiración a Trosky, y a partir de 1937 se distanció claramente del estalinismo, de este modo genera una nueva interpretación heterodoxa del marxismo.
Con esto ya tenemos los elementos centrales para poder comprender sus escritos y de manera especial las tesis "Sobre el concepto de la historia", y a pesar de esto, habrá algunas sorpresas.