26 de Marzo de 2011
Estaba leyendo los capítulos IV y V de la Filosofía de la Educación de José Manuel Villalpando y me encontré con una formulación idealista de la educación que comentaré.
Los conceptos que vierte este autor tienen su origen en un concepto idealista del hombre y de la historia. Conceptúa la historia como un recuento de los hechos del pasado y como una reflexión sobre el sentido de la historia que camina hacia el progreso. Desde la paz perpetua escrita en 1795, Kant sostenía una fe en el progreso de la humanidad debido a la racionalidad del ser humano, de modo que esperaba que los tiempos futuros fueran mejores, con mayor paz y felicidad. Hegel también iba por la misma línea de la fe en el progreso. Este concepto de la historia hha sido criticado ya desde varios ámbitos.
El filósofo alemán Walter Benjamin, comenta el cuadro del pintor alemán Paul Klee Angelus novus, en el cual está un ángel con la cara vuelta hacia atrás y el rostro descompuesto debido a lo que está dejando atrás: ceniza y destrucción. El ángel quisiera volver y recomponer todo aquello pero un aire irresistible lo arrebata al infinito. Es el ángel de la historia. Fin del cuadro. Con esta narración Benjamin quiere concluir, a partir de su experiencia de la segunda guerra mundial y el exilio por su origen judío, que no hemos llegado como humanidad a una mayor racionalidad sino a una mayor irracionalidad. Los doscientos años que nos separan de la obra de Kant han atestiguado cada vez mayor destrucción, y como ejemplo paradigmático Jean Francois Lyotard menciona al holocausto judío. No hay mayor irracionalidad que matar a cuatro millones de personas solamente porque no son del mismo origen racial. ¿Y quién le dio autoridad a Hitler para elegir qué raza debería predominar? Esta situación da pié al filósofo francés para seguir afirmando que los conceptos de justicia, igualdad, libertad, fraternidad, son solamente relatos, cuentos, narraciones no reales. Ya no son operativas porque la humanidad ha llegado más bien a lo contrario. Por tanto, esta idea de progreso queda en cuestión.
Revisando nuestra forma de vida actual encontramos un alto desarrollo tecnológico y económico en varios países que hacen que la vida humana sea más confortable. Pero por otro lado tenemos situaciones muy complicadas que amenazan la supervivencia del género humano en su conjunto como es el calentamiento global, la destrucción de la capa de ozono, la falta de agua, las continuas guerras, la fuga de radiación de las plantas nucleares de Japón, etc. Esta racionalidad tecnocientífica ha generado el desarrollo económico de algunas potencias pero no el progreso de la humanidad.
Por otro lado la educación no es neutral, sino que depende de las condiciones sociopolíticas de cada país. La educación tiene una función ideológica tanto de reproducción de las condiciones sociales como de socialización e integración de las personas al modo de vida imperante. Por tanto, antes de aplaudir la existencia de instituciones educativas es necesario ver primero hacia dónde están orientadas. Ciertamente la educación potencia las capacidades de los individuos y de la sociedad, pero ¿hacia dónde? ¿Hacia una mayor justicia y dignidad, hacia la liberación como lo sostenía Freire, o hacia una mayor productividad como lo requiere el neoliberalismo reinante?
Ciertamente la educación, como parte de la superestructura ideológica no es el reflejo de la estructura económica, sino que mantiene su autonomía relativa, como decía Gramsci. Tampoco es puramente una reproducción de la ideología del aparato hegemónico pues mantiene elementos de análisis, de crítica y de superación de las condiciones señaladas, que de otro modo no sería posible. Tampoco depende de los deseos y aspiraciones de un individuo porque está parcialmente condicionado por la sociedad. Es esta complejidad la que muestra que no existe una vinculación directa entre educación e historia.
Los modelos de educación como el caballero medieval, el comerciante fenicio, el filósofo griego, etc., son tipos ideales, no reales históricamente, corresponden a determinado grupo de poder. Y hablar de la educación griega o romana es generalizar demasiado alguna etapa histórica. ¿Y quien decide el ideal? Podemos interpretar esta imposición de los ideales como la imposición de la moral que comenta Nietzsche en la Genealogía de la moral. Las normas morales son las normas que deben cumplir los oprimidos y convienen a los poderosos. Así también los ideales educativos son los ideales de las clases dominantes para que los cumplan los dominados. Por tanto el problema de los ideales educativos, entre ellos el de la “perfección humana” que señala Villalpando, no es solamente que no estén al alcance de las posibilidades humanas, sino que además esconden debajo su aparente neutralidad y ahistoricidad los intereses de los grupos de poder.
Finalmente pongo en cuestión la afirmación del autor que se comenta que la educación es un vehículo de la cultura. No existe una cultura sino muchas. El concepto de “cultura universal” al igual que el de “historia universal” se refieren a algo ideal que no existe. Lo que hay son culturas e historias concretas. En ocasiones estos calificativos universalistas lo que están escondiendo son los ímpetus dominadores de determinadas sociedades.
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